ANÁLISIS:
El Perú
estando entre los cuatro países biológicamente más ricos, con un potencial
energético envidiable y una reserva minera, se registra casos de la mayor
miseria del mundo, falta de oportunidades de trabajo, pobreza generalizada en
las zonas alto andinas y urbanizaciones marginales de las ciudades. Sin lugar a
dudas es debido a la falta de un modelo de desarrollo y una gestión que
excluye, violenta y destruye nuestra capacidad productiva, entre otras causas
que sería bueno analizarlos. La naturaleza
ha colocado en el continente sudamericano la mayor diversidad biológica, zonas
de vida o ecosistemas y culturas (especies vegetales y animales muy diversas,
bancos genéticos increíblemente ricos y paisajes indescriptibles en su belleza
y complejidad) sin embargo seguimos considerados, muy generosamente, como un
país en proceso de desarrollo, cuando en realidad convivimos con la pobreza, la
desigualdad, la corrupción y la violencia social.Si tenemos
en cuenta que África, Asia del Sur y Sureste, Sudamérica, son territorios
calientes y húmedos, por lo que tienen tal biodiversidad que en sólo un
kilómetro se encuentran más especies vivas que en países enteros de las áreas
templadas y frías.
Entonces nos preguntamos ¿qué hemos hecho con toda esa
riqueza biológica y por qué hemos llegado al nivel donde nos encontramos? ¿Por
qué, siendo tan ricos, estamos tan pobres? ¿Estaremos frente a la incapacidad
de aprovechar los tesoros que la naturaleza nos ha concedido? La
explicación de las causas la encontraremos cuando revisamos la propia historia
del Perú desde la época de los Incas, la conquista y la republicana. Las clases
sociales y políticas de nuestra sociedad que han conducido los destinos del
país y la falta de voluntad política e incapacidad para optar por un
determinado modelo de desarrollo. En esta falta de visión de mediano y largo
plazo, una cadena de improvisaciones las fuerzas ocultas han impuesto sobre las
mayorías su poder para una administración a espaldas de lo que ocurre en sus
pueblos. Los conquistadores que llegaron al Perú exterminaron las culturas
existentes, se llevaron el oro y la plata que encontraron. Los países
ricos y las empresas transnacionales encontraron en nosotros presa fácil para
imponer su dominio. Las oligarquías se apropiaron de enormes extensiones de
tierras para convertirlos en Haciendas o compañías mineras; después de cientos
de años llega la Reforma Agraria equivocada. En pleno siglo XX emerge el
“sindicalismo clasista” que sirvió de refugio de muchos malos dirigentes que utilizaron
como un medio para llegar al poder y perderse entre la clase política que nos
ha llevado a constituir un país, consumista, dependiente e indiferente.
A estas
alturas vale preguntarnos ¿Cómo usar los recursos de forma ecológicamente
prudente, económicamente viable y socialmente justa? Naturalmente
debemos mantener la propiedad de los recursos en manos de los peruanos. No se
trata de ser xenófobos y rechazar la cooperación externa, pero debemos apostar
a que los frutos sean compartidos por quienes los producen. Es obvio que
debemos promover el intercambio de experiencias e información, ofrecer recursos
para la investigación y la producción, utilizar lo que existe en abundancia en
nuestros países: recursos naturales, mano de obra, espacio, sol, tierra y
conocimientos, que constituyen el eje de un modelo de desarrollo sustentable. En el mundo
por millones mueren de hambre, por millones nacen más seres humanos cada año. Esto
significa que sólo para mantener el nivel de hambre actual es necesario incrementar
la producción agrícola aproximadamente en un 65 por ciento en 30 años.
Enfrentamos un tremendo desafío, entonces en nuestro parecer la biodiversidad
es un seguro contra el hambre. Al tiempo
que aumenta la demanda de alimentos, perdemos más tierra y más diversidad
vegetal, es decir, más plantas para cultivar y para comer, aquellas que son la
base de la producción. Según reportes globales, cada año, desaparecen entre 5 y
7 millones de hectáreas de tierras cultivables, y al
menos 17 millones de hectáreas de bosques. Mucha de esta tierra deforestada se
convierte en desiertos. Hoy, sin
embargo, no se cultivan más de 150 especies, de las cuales apenas 4 representan
el 60 por ciento de la alimentación humana: trigo, arroz, maíz y papa.
Si no se
revierten estos procesos, hipotecaremos nuestro futuro. Nos queda sólo una
salida: aumentar sosteniblemente la producción por hectárea. Para ello es
necesario hacer un uso racional de la biodiversidad, el elemento clave para
mantener e incrementar la cantidad de alimentos, esto es, para combatir el
hambre, por eso estamos convencidos que en diversidad está la resistencia. Tiene sentido entonces, a partir de estos
conceptos, la necesidad de decidir en conjunto, las actividades y
responsabilidades para lograr una concordancia entre las necesidades y los
esfuerzos. Por eso recomendamos constituir “Consorcios” con actores, gobiernos,
investigadores y científicos.